Desmemoria

Como os contaba en mi anterior entrada hemos estado de vacaciones. Me ha pasado algo muy curioso que, tras contárselo a mis compañeros, he visto que parece ser una enfermedad frecuente del expatriado. No es nada del otro mundo, sólo un fenómeno curioso.

Se me ha olvidado el PIN de mi tarjeta de débito danesa. Pues vaya tontería, estaréis pensando.

No lo es tanto, os explico el porqué. En Dinamarca es posible pagar casi cualquier cosa independientemente de lo pequeña que sea la cantidad con tu tarjeta Dankort. Puede ser incluso una mísera corona (13 céntimos de euro). No solo se puede, sino que es el comportamiento habitual, en algunos casos el único posible. El dinero en efectivo tiene un uso muchísimo más limitado que en otros lugares. Quizá pronto sigan el ejemplo del otro lado del Øresund, donde nuestros amigos los suecos están prohibiendo progresivamente el uso del dinero en efectivo.

Como sabéis lucho por mi integración en esta pequeña nación desde el 28 de octubre de 2013, fecha en que quisimos caer por aquí. Desde poco después Danske Bank me dio ese trocito de plástico azul con un pequeño chip que tanto le gusta coger a A1. A partir de ese momento pocas veces he vuelto a usar un billete o una moneda. Cada vez que he hecho un pago he tenido que introducir esos 4 números ahora olvidados del PIN.

Haciendo un cálculo rápido habré repetido ese número alrededor de 500 veces en  los 127 días que hemos pasado en Dinamarca hasta la fecha. Alguna más en los días que también he usado la tarjeta fuera de nuestro país de acogida.

Pues bien, el otro día cogí el avión a España y todo pareció quedar atrás. Copenhague, Dinamarca, el frío, el trabajo… y la memoria. Al pisar Madrid ya no me acordaba del PIN y no he vuelto a ser capaz de recordarlo. Ayer un cajero danés se cansó de mi desmemoria y tragó mi tarjeta para no devolverla más.

Como decía, parezco no ser el único. Al mencionar de forma casual mi olvido, varios de mis compañeros parecen haber sufrido la misma pérdida y siempre asociada a un viaje a sus lugares de origen. De alguna forma, nuestra memoria se comporta de forma nostálgica y busca soltar amarras de nuestro lugar de adopción expresando a la vez un deseo de anclarse en el que están muchos de nuestros afectos.

Tratando de buscar técnicas para recordar el PIN he encontrado una entrada de Eduard Punset que confirma esta intuición sobre la memoria nostálgica (entrada original aquí)

Otro descubrimiento reciente tiene que ver con el poder regenerador del olvido. ¿Cuántas veces hemos lamentado haber olvidado un nombre, el PIN del teléfono y hasta una cara? Se suele decir que con la edad uno se vuelve olvidadizo. Lo que ocurre, según una investigación muy reciente, es que borramos los recuerdos insulsos que compiten por sobrevivir frente a aquellos recuerdos asociados a un objetivo relevante en la vida del individuo y que se asentaron en la memoria a largo plazo. Borrar recuerdos competitivos en el día a día confiere mayor capacidad cognitiva para preservar los importantes.

Parece que el subconsciente me ha jugado una mala pasada, echando el insulso PIN de los armarios.

Aprovecho estas líneas para agradecer la hospitalidad y cariño de los abuelos y abuelas de A1, la flexibilidad de tantos para ajustarse a nuestra apretada agenda y hacernos un hueco en tiempos a veces inverosímiles y a Lanzarote por existir.

Hasta la próxima entrada.

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